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tribuna libre / OPINIÓN

Antimeritonistas

18/05/2022 - 

VALÈNCIA. ¿Se imaginan que por un rocambolesco giro del destino Carles Puigdemont fuera elegido para sustituir a Florentino Pérez al frente del Real Madrid? ¿Y qué les parecería Tomás Roncero como candidato a president del F.C Barcelona? ¿Qué éxitos cabría esperar de su gestión al frente de unas entidades con las que, dejémoslo en que no parecen simpatizar demasiado? Eso sería tener, literalmente, al ‘anti’ sentado en el palco del estadio, con el peligro que conlleva darle acceso preferencial y permanente al botón rojo de autodestrucción a un tipo del que se presume que no tendría demasiados reparos en pulsarlo, y que, de hecho, probablemente disfrutaría haciéndolo.

Pues bien, eso es exactamente lo que tenemos en Valencia con Peter Lim, Anil Murthy y el resto de meritonistas. La quintaesencia del ‘antivalencianismo’ no se halla en los adversarios y vecinos del Levante o el Villarreal, ni hay que ir a buscarla en el centralismo de Madrid o el colonialismo catalán. No está en Atlético, Sevilla, Athletic o Real Sociedad en su empeño –ya más que consumado– de dejarnos atrás deportivamente. No habita en la tenebrosa sala VAR ni se encripta en los WhatsApp de Piqué a Rubiales para fijar la propina de “los otros” en la Supercopa. No, los principales –y ya casi únicos– antivalencianistas de verdad son los ejecutivos de Meriton, un mal que, como un cáncer, consume lentamente al club  por dentro.

Solo así se explica que apenas 24 horas después del bochorno de los audios del presidente (en realidad, nada del contenido de las grabaciones destapadas por Superdeporte sorprende a nadie, lo único novedoso del episodio es que lo hayamos podido escuchar), Murthy y su bailongo colaborador hayan ido a Barcelona a intentar liquidar de saldo a Soler y a Gayá. Un movimiento que, por el momento en que se produce (con los ecos de los audios todavía atronando en la ciudad), las formas (yendo furtivamente a ofrecer la mercancía como quien vende en plena calle unas Ray-Ban recién afanadas) y el trasfondo simbólico (no intentan colocar a cualquier jugador, eligen a los dos capitanes) suena más a venganza que a verdadera oportunidad de mercado o necesidad de club.

Sí, venganza. Murthy quiere hacer pagar así al valencianismo su ingratitud al no devolver con cariño todos las energías que Meriton pone –y pone muchas– en hundir al club económica, social y deportivamente. Y lo hace atacando donde más duele, ensañándose con los jugadores franquicia, con los valencianos, con los canteranos, con los internacionales, con los símbolos. Como esos progenitores desalmados, que llegan al extremo de maltratar a sus propios hijos con tal de hacer daño a sus ex parejas.

El movimiento táctico tiene tintes de supervillano de Marvel, ya que, de salirle bien la jugada al enviado de Lim en la Tierra, siempre podrá esgrimir que nadie obligó a los jugadores a marcharse (aunque él haya dejado muy claro que no los quiere el año que viene en Paterna), lo que le daría un nuevo argumento para restregarle su desdicha a la afición: “¿Veis? ¡Hasta vuestros amados murciélagos del escudo os dan la espalda!” Humillar a las víctimas para recordarles quién es el que manda es una asignatura que se estudia en primero de despotismo.

Víctimas, quienes elijan serlo, claro, y el valencianismo, la sociedad, las instituciones y las empresas valencianas, pueden escoger no serlo. Miguel Zorío hablaba estos días de trazar un cordón sanitario contra Meriton para desalojarlos del Valencia CF, y no parece una mala opción. Porque por mucho poder accionarial que acumule, a Singapur le sería muy difícil maniobrar sin contar con apoyos locales, sin la colaboración ingenua o interesada, pero siempre necesaria, de personas y entidades valencianas. Y estas tienen la opción de negársela, de no cooperar con las fuerzas de ocupación, de no sufrir el síndrome de Estocolmo desde la Avenida de Suecia. Tienen la opción de ser ‘antis’ de los ‘antis’.

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