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opinión

El poder al Cesare

Porque Prandelli es el único hombre de fútbol que tiene el Valencia. El único con dos dedos de frente en toda la institución...

14/12/2016 - 

VALENCIA. El fútbol es puro populismo. De no serlo palabras como 'huevos' o 'cojones' no ocuparían el 90% del vocabulario balompédico. No perdamos el tiempo en ello. Evidentemente, las declaraciones del pasado viernes del entrenador (reconozco más importantes las del sábado tras el partido) tenían una escenificación programada. Último encuentro del año, ante la apertura del mercado y consultando o advirtiendo a jefes y jugadores previamente. Un timing calculado. Pero su valor no reside en eso, sino en el impacto producido al escuchar la verdad en voz alta.

Es como cuando una madre te lo dice a la cara, no hay reacción posible ante eso, más que congelarse e irte a la habitación a pensar en ello. Prandelli cometió la osadía de romper el techo de cristal, y lo hizo con elegancia. Recalcado tras el 3-2 con un spin-off dirigido a la propiedad en dos días de furia que puso fin a uno de los grandes males que afectan a este club: el miedo a hablar y a decir las cosas tal y como son.

Habitualmente, dichos asuntos suelen ejecutarse buscando refuerzos externos más que reacciones propias. Cuando dentro no hay más que hacer, sólo queda el estallido público como último acicate. Con ello Prandelli salió ganando, es listo, convertido en santo súbito ante una postura de debilidad en un club descabezado y de plantilla deshecha. El discurso del Fuori era para él.

Ciertamente, este hombre está cometiendo errores, los habituales en un entrenador obligado a conocer a sus jugadores sobre la marcha en un campeonato ignoto, ejecutando probaturas en plena competición al quedar desprovisto de meses de verano. Un error subsanable con tiempo, no hay que preocuparse en exceso. Ni quedarse en ello para validar la parálisis institucional que sufrimos.

Porque Prandelli es el único hombre de fútbol que tiene el Valencia. El único con dos dedos de frente en toda la institución. La única persona con propósitos honestos y la experiencia adquirida en Atalanta, Parma y Fiorentina en levantar estructuras derruidas por la mala gestión. Darle el poder no es asunto baladí, sabe gestionarlo porque ya lo ejerció con éxito en el pasado.

Cesare pulula por las entrañas del murciélago con la libertad del que sabe no tener nada que perder, habla sin tapujos, criticando públicamente la gestión del balón, yendo a palacio a decirle al señor que es padre de un Frankenstein y que necesita reforzar el organigrama interno con más y mejores profesionales, porque el italiano no aterrizó con el propósito de pasar el rato, ni a hacerle favores a nadie, vino a currar.

Hizo el diagnóstico e identificó las soluciones. Ahora, en la medida de lo posible, sólo hay que hacerle caso, ya que trabajó con gente muy válida en el mundo del fútbol a la que puede convencer para venir a echar una mano y reparar parte de lo destruido. Pero darle el poder a un Prandelli reforzado públicamente tras su speech encuentra su peso en algo más relevante, es poner fin a una etapa en la que no hay nadie que se atreva a tomar decisiones, liderar, o marcar un camino.

Y, claro, es muestra de otra evidencia: Un bandazo más, la enésima revolución —¿o tendría que decir contradicción?— No es lo ideal, ni el modelo soñado para el Valencia, pero visto el dislate solerista patrocinado por Meriton hacerlo es el mayor avance que se puede dar hoy en día. César o muerte. No podía volver otra cosa de Singapur.

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