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opinión

Estamos preparados para tener un club normal

Tendremos un club normal más pronto que tarde porque básicamente las generaciones que han soportado todo este trance lo van a exigir por encima de todas las cosas; ¿verdad? Ni un entrenador así o un jugador asá, póngame un club normal antes que nada y el resto irá viniendo...

7/04/2017 - 

VALENCIA. Hubo que ajornar la posibilidad de tener un club normal. Aunque parecía hecho tras la venta al meritonismo, solo se trataba de un espejismo para probar una vez más nuestra resistencia. Pese a los acontecimientos hay motivos para esperanzarse: somos mayoría los que deseamos un club normal -lo somos, ¿no?- y no uno encastillado dirigido por telecomandamiento. Caerá de maduro. Tendremos un club normal más pronto que tarde porque básicamente las generaciones que han soportado todo este trance lo van a exigir por encima de todas las cosas; ¿verdad? Ni un entrenador así o un jugador asá, póngame un club normal antes que nada y el resto irá viniendo. 

En fin, eso es el Valencia, solo un club normal aspirando a representar a una masa amplia y a superar sus límites. Un club normal que se olvidó de serlo. 

Quiero un club normal en el que si tras ganar 3-0 un jugador es noticia por mandar callar al público lo sea por acallar al público rival y no al local. Qué locura, ¿eh? Quiero un club normal en el que la institución tenga el peso suficiente como para sancionar a aquellos futbolistas que cargan contra su propio público, la soberanía sobre ellos, y no esté inmerso en un juego de contemplaciones por el cual el entrenador tiene que encargarse de calmar las almas de los jugadores.

Quiero un club normal en el que tipos como Cancelo, Alves o Enzo no caigan en la paradoja de ser pretendidos por clubes de ambiciones superiores mientras son prescindibles para el Valencia, porque significará que no es que sobren si no es que faltaba un contexto deportivo exigente rodeándoles. 

Quiero un club normal en el que la agrupación de peñistas tenga la suficiente autonomía como para fiscalizar a la directiva del Valencia, en lugar de rendirse, convertida en brazo animado de la propiedad, haciéndose fotos y tratando de sacar minutos de gloria personales a costa de silenciarse, de no cumplir con su papel de representantes populares, subyugados a las lentejas. Ya es raro que con un prohombre como Blas Madrigal suceda todo esto, ¿ey que sí? 

Quiero un club normal en el que el director deportivo no sea una sombra de sus valedores, un club normal en el que la presidenta y los director generales honorarios -¿o directores generales postizos?- no se apunten el tanto de haber contratado a Mateu Alemany, sino que reconozcan que él ha llegado para taponar su incompetencia y se hagan a un lado.

Quiero un club normal en el que el trato desde dentro de la institución hacia su masa social deje de estar bajo la mirada madrileña, comprándoles el discurso de desprecio (“La afición del Valencia es muy patética”, escribió Cassandra Vera en 2013). Una mirada comprada incluso por los propios capitanes del equipo. Y que en lugar de eso la hinchada sea vista como otra de tantas, con caprichos e impaciencias, con potencia para en plena vorágine volcar a favor un partido. Lo normal. 

Quiero un club normal en el que Mestalla ya solo tenga que llenarse de aficionados que van a ver a su equipo en lugar de ir a ajusticiar a los suyos movidos por un latido desquiciante. 

Quiero un club normal que por fin, en lugar de ajusticiarse, se percate de que tiene el futuro tocándole a la puerta, de que tiene su propia personalidad en casa, y tipos como él, Carlos Soler, deben ser sustento básico del porvenir y una herramienta de intercambio, ¡que hay con qué!

Quiero un club normal que gane y pierda partidos en las competiciones, en lugar de a todas horas estar jugando partidos contra sí mismo. Que no sabes cómo cansa eso... 

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