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Los próximos propietarios del Valencia vendrán, claro, a ganar dinero

31/12/2020 - 

VALÈNCIA. Este fin de semana fue renombrada la entrevista que El País le hizo a su ‘propietario’, el presidente momentáneo del grupo PRISA Joseph Oughourlian, propietario del fondo Amber, que a su vez acumula cerca del 30% de la compañía. Ya se sabe: nada más cacofónico y empalagoso que una reunión de periodistas hablando de la industria periodística. 

En la entrevista el señor Oughourlian disparaba sin piedad sobre los ejes del romanticismo periodístico. A pesar de ello fue alabada por multitud de periodistas que quizás no quisieron captar la esencia del mensaje. “ Vamos a demostrar que los medios valen mucho más de 200 millones”, “no puedes vender al primero que te ofrece un buen precio sin ver quién te hace la oferta”, “tienes que hacer recortes, porque en el mundo de los medios hay toda una serie de cosas que no sirven para el futuro”, “si alguien te ofrece un precio fantástico por este negocio, todo tiene su precio”. Y, sobre todo, “yo no he invertido 300 millones de euros para poder hacer favores al Gobierno de España (...) Yo he venido aquí para ganar dinero”. Repitamos: “Yo he venido aquí para ganar dinero”. Sorprendente: el propietario de un fondo de inversión invirtiendo para ganar dinero. 

A Oughourlian, además de ganar dinero, también le gusta el fútbol. En 2017, a través de su sociedad luxemburguesa Solférino, se hizo con la propiedad del Lens, en segunda división, comprándole la porción del accionariado al Atlético de Madrid que había adquirido un año antes en un movimiento, ejem, singular. También son de su propiedad el Millonarios de Bogotá (cuya gestión está en manos de su socio local Gustavo Serpa) y del Padova italiano. En ese tiempo, el Lens ha ascendido a Primera y ocupa una plácida séptima posición.

Evidentemente en esos clubes de fútbol Oughourlian ha llegado para ganar dinero. Los ha adquirido en fases críticas y espera remozarlos para que adquieran un aspecto más jugoso de cara a una venta u optimización. Unos movimientos constantes en la nueva trama futbolística. El fin de la era de los clubes-ciudad. Su suerte ya no depende de su soberanía propia sino de un mejunje de oportunidades en el que, además, se mezcla cierta dosis de romanticismo y exhibición. Pero si antes un club era como trofeo de caza que lucir con variadas cornamentas en la pared, hace tiempo que son un mecanismo de expansión. 

Prácticas similares mueven la inversión de Radrizzani y Aser Ventures, o, de manera más sofisticada, a Red Bull GmbH. No es que estén por llegar, es que ya han llegado. Entra Zuckerberg, sale Gutenberg. Ya no pueden entenderse a los clubes sin la maraña orbital a la que pertenecen, a excepción de los transatlánticos que maximizan sus beneficios a las puertas de una Liga Europea. El Valencia es, qué obviedad, una de las víctimas de este despliegue por tener el escaso acierto de elegir a inversores ‘amateurizados’. 

¿Qué ocurriría si Oughourlian o Radrizzani se disponen a comprar el Valencia? ¿Nos bastaría con que ofrezcan garantías de salvación y tengan un plan para sostener el club? La respuesta es sencilla cuando, como es el caso, se trata de elegir entre un cura que viene con la extremaunción o un banquero con algunos gramos de vida. 

Pero al menos deberíamos ir aclarando ideas. No sólo hablar del quién, sino del cómo. Lo más probable es que los próximos propietarios del Valencia vengan, como aclaró Oughourlian, a ganar dinero. 

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